jueves, 11 de abril de 2013

El Hombre que Sostenía al Mundo


El mundo se partía. Se partía en dos, tal vez. No se podía vislumbrar el final de aquella grieta gigante decidiendo su futuro ahora. Y cuando culminó, se vio arrojada a la ranura entre los bordes de la Tierra, sobrantes, que se desprendían uno del otro para vagar por siempre a través del espacio sin sentido alguno. Lloraba ella con el dolor de su alma, al no haber sabido terminar bien las cosas.

Todo llegaba a su fin. Ella se volcaba al vacío.

Pero mientras atravesaba el espacio a 9.8 metros sobre segundo al cuadrado, mientras el mundo se iba partiendo al paso que ella caía, para cederle el lugar, el hombre que sostenía al mundo, sin propósito en su vida ya, sin mundo que sostener ahora, la tomó entre sus fuertes brazos y la detuvo. Ahí estaba. Vivo. Real. El misterio infinito por fin develado.

Ella era su mundo ahora. Ella era por lo único que debía preocuparse. Ella ocupó el lugar vació entre sus manos, entre sus brazos, cuando la esfera redonda en la que habitaba esa chica se vio reducida a piezas de un rompecabezas sin armar.

Ella creía en él. Y no podía sentirse más segura. Sabía que terminaría ahí una y otra vez. En los brazos del hombre que sostenía al mundo.

 


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